“Quedo a tus pies”
Para cuando me di cuenta ya no había vuelta atrás, ya estaba tan adentro que no sabía cuál era el camino de regreso, y para serte sincera, actualmente tampoco quiero encontrarlo. Me siento tan a gusto en el lugar exacto donde estoy que me atrevo a decir que ni los dioses en el Olimpo deben haber tenido tanta plenitud como la que ahora yo gozo. Me gusta acordarme de la primera vez que te vi, pero no precisamente cuando nos conocimos, sino cuando hablamos, cuando te confesaste, cuando mis ojos te miraban diferente, cuando mi piel se erizaba de solo verte, cuando temblaba si me sostenías la mirada, cuando transpiraba gotas enormes de sudor si me hablabas y cuando mi cuerpo no entendía que me pasaba si me tocabas. Sensaciones infinitas, jamás vividas recorrían mi ser y me gustaba, pero me asustaba y luego de varios meses, increíblemente sigo igual, reaccionando como niña chiquita y con nervios ante cada paso que tú das, nada ha cambiado, o sí, tengo que confesarte que ha habido cambios en mí, ya no tiemblo cuando me ves, ahora me flaquean las piernas, y sobre todo, ya no suda mi piel cuando me tocas, ahora se humedece otra zona, aquella que suelta lágrimas de felicidad cuando la acaricias y la complaces como nunca nadie lo había hecho, porque solo tú has sabido recorrer el camino exacto del orgasmo en mí, quedo exhausta, extasiada, a plenitud máxima, quedo a tus pies.