“Soñar con Aracataca”
Abuela venía a casa a veces, cuando era niña, y me trenzaba el pelo. Me decía que en su pueblo natal: Aracataca, las mujeres hervían vivas a las ranas para lavarse el cabello con ese cocimiento y que en las noches sin Luna se cubrían la cabeza con un manto para que no les entrase el soplo del demonio en la razón. Puede ser que abuela inventase todo eso para entretenerme, como un cuento centenario de nana. A veces sueño con su rostro y descubro arrugas nuevas en su piel de pergamino. Su voz me entibia las pesadillas. La amo aunque piense mi madre que no la conozco. Imposible, reclama mi madre. La abuela murió hace treinta años y cuando yo nací ella llevaba una década bajo tierra. En la familia creen que son visiones, que los muertos nunca regresan y mucho menos para hacer el bien, pero yo no lo veo así…