“Sorpresas de la vida”

Es curioso ver las sorpresas que la vida te tiene preparada cuando menos lo imaginas.

Estaba yo en medio de una gran ruptura, triste, con esa sensibilidad a flor de piel y los ojos marchitos por el desamor que estaba pasando. Sentía que todo se me venía encima y los recuerdos me torturaban bastante.

Decidí salir de casa, tomar aire fresco y dirigirme a ver el mar, ese que siempre me había serenado y calmado tanto. 

Me maquillé de manera sencilla para tratar disimular las ojeras que reflejaba mi rostro, me vestí con algo ligero y cómodo para el viaje y salí escuchando un poco de rock con el celular para “levantar el día” y evitar a toda costa cualquier música romántica que pudiera encontrar para no caer de nuevo en el trance melancólico. Monté el bus que llevaba la ruta que deseaba. “Uff,, lleno como siempre”- pensé.

Y me acomodé para pasar el rato del viaje lo mejor posible, pero la cantidad de personas me fue corriendo como una marea hasta la puerta de salida. En una parada la puerta se abrió y subió un chico entre el mar de gente, y quedó casi frente a mí, yo iba concentrada en la música cuando de repente las puertas de salida se abrieron sorpresivamente cuando el bus arrancó y el chico se iba de espaldas hacia la calle, el instinto fue más rápido que yo y solo atiné a cogerlo por el pullover y atraerlo hacia mí para evitar su caída.

En una pequeña fracción de segundos quedé frente a unos ojos negros cautivadores que sorpresivos o curiosos me atravesaron el alma, me hicieron ruborizarme, olvidar todo lo que me sucedía por un momento bajo aquella mirada que me interrogaba sin palabras. Una vez pasado el susto y ya acomodados entre el tumulto escuché que me decía: ¿Puedo acompañarte el resto del camino por si nuevamente necesito ser salvado?