Si estás sufriendo uno de los días de “gorrión” que tanto nos atormentan, no es aconsejable que leas este artículo hoy, porque voy a hurgar más en la herida. Pero vale la pena, porque recordar lo que dejamos atrás nos hace quererlo aún más, así que, pensándolo bien, vamos a leerlo de todas formas.
El título es autoexplicativo: la guayabera. Incluyo aquí no solo la guayabera tradicional, la que en mi infancia era símbolo de elegancia de los adultos mayores que siempre tenían al menos una en el escaparate, sino a la de hoy, la menos rígida, de cualquier color, que es vista como señal de elegancia en cualquier persona.
Tan trascendente es la guayabera en Cuba, que incluso se puede usar en reuniones de alto nivel diplomático como sustituta del traje. Eso sí: en esos casos, siempre será de mangas largas y blanquísima, lo más tradicional posible, sin exceso de bordados o motivos, solo con las alforzas y bolsillos que la hacen ser lo que es.
Sobre el origen de esta prenda se pudiera escribir tanto como sobre el origen del ceviche que tantos países latinos se disputan. Lo cierto es que cada provincia tiene su historia favorita, pero todas coinciden en que el surgimiento de la pieza tuvo que haberse dado en Sancti Spíritus, y que ocurrió a finales del siglo XVIII o principios del XIX. Lo que sí está claro es que su origen es cubano, de eso no cabe duda.
La versión más generalizada es la que ubica su nacimiento en más aceptada es aquella que fija su aparición en Sancti Spíritus. Se dice también que fue obra de la esposa de un alfarero español asentado en esa zona de Cuba. Se cuenta que la señora, a petición de su marido, le hizo una camisa amplia con cuatro bolsillos grandes, en los que cupiera lo mucho y lo poco. Su utilidad hizo que muchos la imitaran, y debido a su lugar de nacimiento la bautizaron “yayabera”.
Lo bueno viene después cuando, en el choteo que nos ha caracterizado desde siempre, algún gracioso le puso “guayabera” por servir para transportar esas frutas en los gigantescos bolsillos. Y ese fue el nombre que se le quedó.
La tela inicial, según cuentan, era un lino basto, de ese que había que planchar con mucha paciencia y más almidón. Con los años, se estilizó y comenzó a hacerse solo en hilo y en lino más fino. Primero le sumaron los tachones (que no todas mantienen), después las alforzas, los botones en los bolsillos, el dobladillo de ojo y los bordados. Los colores son cosa más reciente, de mediados del siglo pasado. Lo que terminó por darle el caché fue el cuello alto, de camisa dominguera. Y ya está la guayabera.
Lo cierto es que ya durante las guerras de independencia muchos mambises las usaban, con dos aberturas a los lados para desenfundar fácilmente el machete. Claro que no todos tenían esa posibilidad, pues aunque la tela usada en sus orígenes era barata y la confección la hacían las mujeres de la casa a mano, a veces la pobreza no permitía ni esos pequeños lujos. Mariano, pintor cubano de principios del siglo XX hizo un cuadro llamado “Guajiros”, donde aparecían varios de estos con guayaberas y gallos finos en las manos. Más cubano que eso, imposible.
Sea como fuere, desde que comenzó a popularizase, se convirtió en la pieza preferida de los campesinos cubanos. Era la prenda de los domingos, los bautizos y guateques. Todos los cubanos, aunque no hayamos crecido en el campo, las hemos podido ver por muchísimos domingos a las 7 de la noche: en “Palmas y Cañas” todos los repentistas las llevaban. Y Guardado iba siempre impecable, con una guayabera blanca.
Con el paso de los años y la internacionalización de la moda, la humilde guayabera casi cayó en el olvido. Solo se les veían a nuestros abuelos o a los diplomáticos, y parecía que iba a ser olvidada por su pueblo. Ni siquiera los trabajos más “artísticos” de algunos diseñadores lograban sacarlas de su pausa. No fue hasta que los mismos diseñadores volvieron a la esencia, que lograron resucitarla.
Así, poco a poco, volvió a ganar un lugar entre nuevas generaciones y, por fin, nos hizo honor a las mujeres. Para nosotras no mantenían la forma de la camisa, sino la del camisero: un vestido con mangas cortas, de hilo o lino, con abotonadura del escote a los bajos. A ese patrón general le sumaron todo: alforzas, bolsillos, botones, bordados… y colores, ¡muchos colores! Se convirtió en un vestido elegantísimo para ir a trabajar, a una reunión importante o a donde fuere.
Si vamos a hablar de la renovada popularidad de la guayabera, hay que hacerle honores al turismo. Si hasta mediados de los 90’ en Cuba casi todo el turismo era nacional, a partir de 94-95 comenzó un flujo estable de turismo internacional, primero de España y luego de otros países, hasta que Canadá logró posicionarse en el primer lugar de visitantes a Cuba, y pasamos de casi nada a más de 4 millones de turistas en un año. Y ¿qué suvenir se quiere llevar el turista? ¡Una guayabera, claro!
No son todos, por supuesto, pero habiendo conocido a muchos, puedo asegurar que los que vienen no solo a insolarse, sino a disfrutar en verdad de todas las bellezas de Cuba, los que caminan Obispo y toman guarapo, quieren llevarse de recuerdo un trozo de identidad nacional cubana y, con excepción de la bandera, nada nos describe mejor que una guayabera.
Hasta los artistas, sobre todo al salir de la isla de gira, prefieren llevar guayaberas. Es como ponerle el cuño a un producto ya cubano. Así lo hicieron los del Buena Vista Social Club; Polo Montañez, el Guajiro Natural; por no hablar del Benny que, en Cuba o fuera, llevaba guayabera.
Ya lo decía la mujer más cubana de Cuba, la excepcional Celina González:
Quiero un sombrero de guano, una bandera
Quiero una guayabera y un son para bailar.
2 Comentarios al Artículo:
¿Qué es la guayabera? Toda la historia y un poco de actualidad
Una pieza clásica en la vestimenta del cubano, se viste con elegancia y orgullo.
Gracias Manuel por tu comentario tan acertado!
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