
¡Hola, Multicubanos!
Dicen que cada niño viene con su pan bajo el brazo. Podemos decir que algunos vienen con un pan de la bodega y otros con un pan de mantequilla. Esta vez no voy a hablar de la vida, sino del propio pan, y no crean que no me atemoriza el tema.
Hoy me dije que la dieta (o el intento de dieta) merecía un descanso, y yo merecía un pedazo de pan. Entonces recordé otras tantas veces en las que recaí viviendo en Cuba. O, bueno, casi recaí: al verle la cara al pan de la bodega, admití, muy a mi pesar, que era mejor seguir con la dieta. ¡Y mira que me gusta el pan, pero a veces era preferible seguir con la dieta!
Me puse a pensar, entonces, qué hace a un pan, pan. Más claro: a qué le podemos llamar pan. Según Wikipedia: es un “alimento barato, que se suele preparar mediante el horneado de una masa, elaborada fundamentalmente con harina de cereales, sal y agua. La mezcla, en la mayoría de las ocasiones, suele contener levaduras para que fermente la masa y sea más esponjosa y tierna”.
¡Eureka! Hasta Wikipedia dice que el pan debe tener una masa esponjosa y tierna. Pero tú, cubano, sabes que el adorado pan de la bodega muchas veces carece de ambas características. El aceite se vende “por fuera”, el azúcar también, la harina va a los pasteleros particulares…Lo cierto es que la mitad de las veces “el único”, como dice Pánfilo, parece salido del laboratorio de Frankenstein, ¡es un engendro del Maligno!
Después de haberlo disfrutado/sufrido durante más de treinta años, cuál no sería mi sorpresa al leer que a Jlo no le puede faltar el pan cubano. Tengo suficiente sentido común como para saber que la diva del Bronx no debe hacer referencia a nuestro pan de la bodega, pero entonces, ¿a cuál? Pues al llamado “pan de flauta”, que se vende en casi todos los municipios del país, de corteza dura, interior blando y esponjoso, y peso entre 200 y 450 gramos.
No vale discutir que, recién hecho, es una delicia, eso se lo tengo que conceder a Jlo, aunque habiendo probado ya más de diez variedades de pan, no está esa entre mis preferidas. Conozco más de uno que puede comprar en la panadería una libra de pan, y llegar con solo la mitad a su casa (y con la barba llena de migajas).


En lo personal, prefiero los panes suaves, tipo brioche, bien aceitados, con su olor medio dulzón, y masa compacta y súper blanca. Si hay Cielo, y de casualidad llego allá, quiero que me reciban con un buen pan suave, calientico, con mantequilla.
He comido, entre otros, pan negro. Siempre había oído hablar a mis profesoras rusas de cuán delicioso es, así que estaba lista para deleitarme. A mi pesar, admito que quedé muy desilusionada: era amargo, tenía un regusto raro, además de que su textura era más dura y me recordó, honestamente, al corcho.
Sin embargo, también descubrí que es un gusto adquirido, pues poco a poco me adapté a su sabor y terminó resultándome muy agradable. Si lo combinamos, además, con salsa rusa o mayonesa, el resultado puede ser la anti-dieta absoluta.
Como al cubano no le puede faltar el pan, de la calidad que sea, y nos es tan necesario como el arroz en la comida, se han buscado alternativas que permitan llevarnos algo decoroso a la boca. La cadena Sylvain logró, hace más de veinte años, introducir un poco de diversidad en nuestras mesas. En sus tiendas encuentras pan Pullman, baguettes, bolsas de 100 “bocaditos”, panes duros y suaves de distintos gramajes.
Los cuentapropistas hace algún tiempo le hacen la competencia a Sylvain. Venden pan suave, con ajonjolí y sin él, paquetes de panecitos de bocadito, pan de molde, o al menos una imitación, rebanadas de pan previamente picadas, pan de ajo (aunque no hace honor a su nombre).
La variedad incluye también galletas, algunas más logradas que otras, pero nunca llegan a disputar la supremacía del pan.
En resumen, puedo decir que el pan “de la bodega” tiene penas y glorias, y si te toca uno que da pena, no te preocupes: compra uno suave de a peso, ¡y el malo lo haces torrejas!
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