
Las luces… la multitud… los colores de los uniformes dispersos en las gradas. Algo está por iniciar y el silencio repentino espera la señal. Suena el silbato. ¡El juego ha comenzado!
¿Qué tiene el deporte que tanto atrae?, ¿competir?, ¿formar parte de un club?, ¿esperar el milagro en cada partida?, y ¿sentir el goce con el triunfo?
No puedo decir que todos los hombres sean amantes del deporte, sin embargo, creo que la mayoría tienen debilidad por jugar, ver o discutir sobre alguna práctica deportiva.
Mi papá siempre fue fanático del fútbol, su pasión es heredada de mi abuelo. El primero también es amante de jugar canchas y en su juventud se atrevió con el paracaidismo.
Mi abuelo, ese no deja de seguir el boxeo, y la pelota como buen cubano, la lleva en sangre. Ver a su equipo es momento sagrado. No importa si pierden, su fuerza está con ellos.
El fútbol, el boxeo, el béisbol, poco importa. La obsesión no es para nada secreta, y la contienda siempre envuelve a ganadores y perdedores. Puede que se vean identificados con gladiadores modernos que entregan el alma y el cuerpo en la arena, ya sea un estadio de concreto o simplemente un espacio improvisado (potreros, parques, pistas casi abandonadas o la misma calle) sin medidas exactas.
Recuerdo que mientras vivía en Cuba las esquinas podían ocuparse para un juego de pelota entre niños, las cuadras para una cancha de fútbol y en las áreas deportivas podías ver un juego de “quiquimbol”, tenis e incluso baloncesto.


Ahora, escucho a mis amigos y las discusiones parecen interminables cuando se trata de tácticas, fichajes y estadísticas. Siempre hay alguna polémica con el árbitro, protestas y gritos de aliento, lágrimas de emoción y frustración.
Todo vale en ese ritual extraño donde por un rato fantasean con la victoria y el poder, con ser invencibles. Porque en el deporte siempre se juega algo más que un simple marcador.
Se juega, sobre todo, la posibilidad de sentirse parte de una comunidad que gana y pierde como uno solo. Y ello bajo mucho más que una camiseta que los identifica, los contiene y hasta puede salvarlos.
Entre partidos, discusiones, debates y emociones se hacen desde enemistades hasta hermanos del alma, “socios”, “yuntas” y durante ese tiempo la prioridad es común para todos. Tal parece que durante 90 minutos, 48 minutos o lo que dure el partido, no existe algo más importante.
Como mujer debo confesar que no los entiendo muy bien, de hecho escribiendo estas líneas, recordé algo que leí de pasada: esa pasión desmedida e inexplicable que sienten los hombres hacia el deporte, la envidio, y si existiera una mujer capaz de experimentar la misma sensación, también las envidio.
Quizás, en el fondo, el deporte es una metáfora de la vida, una forma de enfrentar los desafíos que se nos presentan y cada encuentro es una nueva oportunidad para retomar la ilusión. ¿Tu qué crees?
10 Comentarios al Artículo:
Los hombres y el deporte…
👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻
❤️❤️❤️
Las mujeres también somos deportistas jj
Totalmente cierto ❤️
Q vivan los hombres!
❤️😍😍
No seria lo mismo vivir el deporte sin la adrenalina de ganar y aunq dentro de la cancha hay rivales fuera podemos ser grandes amigos 😅 eso es lo bonito del deporte.
Así es Michael, gracias por leernos
Muy buen articulo, aunque deberías dedicarle un poco mas de tiempo a entender los deportes y veras la maravilla que te estas perdiendo. Muy buena esa primera foto.
jajaja, tienes razón cada práctica deportiva tiene mucho que ofrecer
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