“Cuerpo maldito”
Me empezaron a doler los huesos. Si doblaba el brazo para, por ejemplo, acomodarme un collar, sentía que el hueso se dislocaba y soltaba cientos de astillas. Después comencé a perder mechones de pelo cada vez que reposaba la cabeza en la almohada o me masajeaba el cráneo. Mechones gordos como relleno de colchones. Luego vinieron sangramientos en los oídos y el pus corriendo por las comisuras de los labios. Finalmente me quedé completamente ciego. El día era una extensión sombría de la noche. Ningún médico encontraba la causa de mis dolores y aunque fuera biológicamente imposible los ultrasonidos arrojaban que no tenía órganos. Estaba vacío por dentro.