“La maleta”
La maleta del emigrante viaja casi vacía, no pesa su contenido, pero sí pesan los pies de unos pasos que quieren avanzar sin perder equipaje. Se es emigrante desde mucho antes de salir de ese lugar donde aprendiste a comer guayabas y a empinar papalotes. Comenzamos a sentirnos como emigrantes desde que hacemos nuestros duelos internos y externos, desde que tenemos que elegir entre un libro y una foto de la infancia, entre mi cómodo vestido de dormir y mis tenis nuevos, cuando queremos llenar la maleta no solo de cosas sino de gente. El sentimiento anticipado de emigrar solo nos permite empacar el 100% de los recuerdos y el 100% de los nuevas metas y objetivos. Y entonces no es suficiente pero aun así los pies caminan.