“Urano”

Ven y háblame de ti. De cómo te erigiste en medio del desastre, olvidemos a Venus, q solo se recuerda el nombre y enseñémosle que el tuyo no habla de amor, pero sí de lo fácil q llevas al cielo con un par de roces.

Me cansé de la Luna que todos conocen, así que hablemos de las tuyas, esas 27 q atesoras con nombres de poetas y no de dioses. Dejemos en paz a Saturno con sus anillos y enseñemos los tuyos que esconden rarezas planetarias, descubiertos por los pocos que se atreven a buscarte.

¿Y si en vez de mencionar a Mercurio y lo cerca que está del Sol, hablamos de lo lejos que te encuentras? Que tu atmósfera está cubierta de hielo, que eres tan gélido que quemas, que no me molestaría un poco de frío si luego me ayudas a arder. Me da igual la locura de Marte, ¿percibiste cómo dejas mi sistema en desorden? Con los pies en la tierra y la cabeza en gravedad cero, lista para viajar hacia ti. No me importa que Júpiter brille y q tenga par de tormentas, tú no presumes las tuyas y haces estragos en varias de mis constelaciones.

¿Quién quiere saber de Neptuno? Último en la lista de los exteriores con gravedad similar a la Tierra, prefiero mantenerme flotando en tu órbita los 84 años que tardas en darle la vuelta al Sol.

Quiero saber de ti, de tu entropía que te hace girar de lado a mi mundo, rompiendo esquemas y simetrías. Al fin y al cabo, el siete siempre ha sido un buen número para complicarse la vida.